11/19/2006

Próximo CONCIERTO

Concierto RICO Y "LOS CAIMANES"
Sala "PIRATA´S". Alcorcon. 7 de Diciembre
Guitarras: Oscar Lopez y Pedro Cereceda
Bajo: Fernando Segovia
Saxo: Eduardo Gonzales
Bateria: Jose Maria Moll
Coros: Dory Madri Voy y Armonicas: LUIS RICO

EL ALMA HERIDA




Exposición: "EL ALMA HERIDA"
Fotografía: Luis Rico
Música: RICO y "Los Caimanes"
Web oficial: RICOFOTOBLUES.COM
La violencia puede ser física, psicológica, sexual, económica, espiritual, social... No es una viajera solitaria, gusta de combinar sus múltiples caras, agrediendo a la víctima en todos sus niveles de expresión simultáneamente, afectando a su cuerpo, creencias e identidad personal limitando, además, sus posibilidades materiales. Una persona puede ejercer violencia buscando un objetivo concreto con su proceder, por el mero placer de hacer daño o, lo más corriente, por ambas cosas. En realidad persigue conseguir que la otra persona haga lo que quiere mediante la imposición de su mayor poder físico o mental, ya sea material o simbólico, sólo o apoyado en la complicidad de familiares, amigos, instituciones...

Generalmente, las víctimas de la violencia son las mujeres y los niños. Es la lógica consecuencia de la estructura patriarcal que caracteriza a las tres grandes religiones monoteístas. La violencia doméstica (mal llamada de género, a menos que existiera violencia de género masculino, femenino y neutro), las violaciones, el acoso sexual, las vejaciones, las ablaciones genitales a las niñas africanas... hayan su génesis y su respuesta en esta consideración social que ha permitido durante generaciones (y aún permite) al hombre controlar los recursos materiales y simbólicos.

Hay mil ejemplos que plasman lo dicho, desde las famosas dotes para casar a las hijas hasta los elocuentes latiguillos lingüísticos: el que liga mucho es un donjuán y la que liga mucho es una puta; lo bueno es la polla o acojonante y lo aburrido o, directamente, lo malo es un coñazo. “El amor no es la hostia”, “La violencia contra las mujeres nos duele a todos”, “No pegues a quien te ama”... eslóganes que, por afortunados o afamados, no son menos ignorados en la práctica... Solemos mirar al suelo cuando nos toca intervenir de verdad.

Los violentos creen que la vida de sus mujeres y niños les pertenece, aunque realmente lo que hacen es proyectar sus propias miserias, complejos de inferioridad, rencores y frustraciones, creciéndose y agrediendo sólo a aquel (aquella) al que pueden en una suprema muestra de cobardía, en la encarnación suprema de la miseria del ser humano, es decir, aquello que acecha oculto en el rincón más alejado de nuestro ser.

Este drama se mimetiza y oculta en un mundo materialista, de apariencias, de ficción en suma. A menudo maltratado en su propia infancia, el violento se convierte en un tan letal como patético eslabón de una cadena sin fin que conduce al infierno en un sórdido viaje sin billete de vuelta en el que todos (incluido él) son víctimas. Si golpeas a quien te ama, a quien comparte sueños, ilusiones e hijos contigo, ¿qué te queda? ¿en qué te conviertes? El viaje al corazón de las tinieblas de Joseph Conrad y Kurtz... el horror... el horror...

Un nudo en la garganta, una venda en los ojos, un velo en la cara, tapones en los oídos, una pinza en la nariz, besos sangrantes, trozos de cristal, jarrones rotos, puertas cerradas, moratones en el cuerpo, abismos en el alma. Un océano de sueños rotos en el que todos, náufragos, miran al suelo... ¿Hasta cuándo? ¿Hasta dónde?


El fotógrafo y el narrador, en ruta por lejanos parajes se enfrentan a la digna mirada de unas mujeres que lo han perdido todo, que han sufrido tanto que no lo pueden abarcar las palabras. Se enfrentan a las risas de los chavales (los críos siempre son iguales, por grande que sea la miseria que los rodee, presas predilectas de la violencia y la rapiña social)... Se enfrentan a la dura mirada de los niños soldados (ayer, ahora, mientras leemos estas lineas centenares de chavales son secuestrados por los Señores de la Guerra del Africa Central para forzarlos a combatir convertidos en soldados). A fecha de hoy, al menos 11.000 menores siguen reclutados o no se ha vuelto a saber nada de ellos desde que el gobierno congoleño emitiera su programa nacional –DDR- para liberarlos y reintegrarlos a la vida civil. Los Señores de la Guerra no se sienten obligados a liberarlos pues los consideran sus propiedades sexuales.
“Cuando los mayi mayi atacaron mi poblado todos huimos. Los soldados capturaron a todas las niñas, incluso las más pequeñas. Una vez con ellos, te obligaban a ‘casarte’ con uno. Fuera viejo como tu padre o joven, malo o bueno, tenías que aceptar. Si te negabas te mataban. Mataban a la gente como si fueran pollos. Ni siquiera los enterraban” relata Jasmine en un informe de Amnistía Internacional de octubre de 2006, una joven “reclutada” cuando contaba 16 años en Kivu Meridional. Judith, otra joven, teme haber contraído el sida a consecuencia de una violación a manos de uno de los grupos armados que campean por Congo: “Entraron en la casa, se llevaron todas nuestras pertenencias y violaron a toda la familia: mi cuñada, sus hijos, los tíos; hombres y mujeres. Todos juntos... Desde la violación he estado muy enferma. Tengo constantes problemas de estómago y diarrea”.

Y el fotógrafo, el periodista, captan con su objetivo, con su bolígrafo, el momento puntual que se marca en nuestras retinas. Y a menudo presencian la metamorfosis del ser civilizado en alguien dominado por el salvajismo más atroz, otra vez Kurtz... el horror... el horror... convertirse en horror. Intentan acaso que ese dolor y esa miseria no sean en vano, pero en el fondo de sus almas no pueden evitar sentirse como turistas accidentales, aves de paso que otean, ven, picotean, registran y levantan testimonio pero que pronto regresan al cómodo hogar, dejándolas allá (o aquí, en nuestros propios barrios, en el secreto a voces de los pisos vecinos) con su sufrimiento, bajo el imperio de la sordidez, la soledad, la incomprensión, el dolor y el pánico. “Te vas, nosotras nos quedamos aquí, con nuestros niños” parecen decirte.

Con nuestros niños... y con nuestra miseria, porque otra de las raíces de la violencia social la hallamos en la pobreza y en el hambre, en la subnutrición. El 14,3% de la población mundial se acuesta cada noche hambrienta, según datos de Oxfam, y la mitad de ellos son niños. Sobre un total de 854 millones de habitantes (seguimos con datos facilitados por Oxfam) las personas que padecen hambre en nuestro planeta se reparten de la siguiente manera: 9 millones en los países industrializados (aquí mismo), 25 millones en los países en transición, 38 millones en Oriente Próximo y Africa del Norte, 206 millones en el Africa Subsahariana, 52 millones en América Latina y Caribe, 150 millones en China, 212 millones en la India y 162 millones más en la zona del Pacífico y Asia (excluídas la India y China).

Una constante en los reportajes fotográficos de Luis Rico ha sido retratar en primeros planos los rostros de las personas que sufren las consecuencias directas de la guerra, de las víctimas del horror, de aquellas que no tienen posibilidad de escape, que conviven con él durante días, meses, años... durante TODA su vida. Afganistán, Irak, Nicaragua, Guatemala, Bosnia-Herzegovina, Kosovo, Macedonia, Croacia, Kurdistán, Líbano, Congo... tanto da, todos los sitios se llaman igual: miseria, dolor, desesperanza... horror.

Consigamos entre todos (todas, pues al fin y la postre son ellas quienes educan a los futuros maltratadores) que la joven Scherezade narre sus cuentos por puro placer, como un acto voluntario de amor, y no por terror a que el rey la viole y la decapite cuando la escuche narrar un cuento que no le agrade. En cualquier caso, los naipes están barajados y dispuestos sobre el tapete, que cada cual los juegue como prefiera.

Jose Manuel Iglesias Cervantes, una sombra marginal

11/01/2006

De vuelta del Congo. Próxima Exposición



La mujer herida. Próxima Exposición.